Los trastornos o patologías funcionales del aparato digestivo conllevan a un desajuste de los demás sitemas del organismo.
La mayoría de los problemas digestivos duran poco tiempo y se pueden controlar fácilmente con pequeñas modificaciones en el estilo de vida que conllevan a una mejora en pocas semanas de tratamiento.
Úlcera, acidez gástrica, reflujo, estreñimiento, gases, flatulencias, dispepsia, pirosis, dolor abdominal, etc, se producen por varios factores que pueden ser tratados fácilmente sin la utilización de fármacos tóxicos sintéticos que provocan un desequilibrio en el metabolismo y conllevan a un desajuste en los mecanismos de reparación del organismo.
La utilización de fármacos para tratar la acidez gástrica, reflujo, pirosis, etc, van dirigidos a tratar los síntomas, no al origen de esos problemas digestivos, y a largo plazo han demostrado infinidad de enfermedades debidos a su utilización masiva.
Básicamente, la función principal del tubo digestivo consiste en proporcionar al organismo vivo el adecuado suministro de material (agua, electrolitos, nutrientes) que necesita para asegurar su propio mantenimento, de forma que le permita obtener la energía y materia que, por sucarácter dinámico, requiere para llevar a cabo los procesos vitales, así como los de reposición estructural, crecimiento y reproducción.
El tracto gastrointestinal constituye una interfase muy sensible para el contacto y comunicación entre el individuo y el medio externo. Para la perfecta homeostasis, el sistema tiene que distinguir claramente entre patógenos o patógenos potenciales, de un lado, y microbios comensales en simbiosis con el anfitrión, deotro. Las interacciones entre los microorganismos, el epitelio y los tejidos linfoides intestinales son múltiples, diversas en sus características y continuas, de modo que remodelan constantemente los mecanismos locales y sistémicos de la inmunidad adaptándolos al ambiente microbiano. La célula epitelial juega un papel muy importante en la logística del sistema inmune. Su posición en primera línea y en contacto con la luz intestinal es crucial para el reconocimiento inicial de moléculas foráneas y para la generación de señales que se transmiten a las células inmunocompetentes del tejido subyacente. La activación de los mecanismos de defensa depende en primer lugar del reconocimiento rápido de riesgo a través de receptores innatos o pre-formados que detectan componentes estructurales comunes a bacterias o virus, pero ausentes en la célula eucariota. Esto se realiza en el medio extracelular mediante los Toll-like-receptors (TLR) de la membrana, y en el medio intracelular mediante las proteínas tipo NOD del citosol. La activación de estos sensores por invasión bacteriana genera inmediatamente señales que convergen en la migración de factores de transcripción (NF-kappaB y otros) al núcleo celular, donde activan la expresión de genes responsables de la síntesis de proteínas proinflamatorias, básicamente citoquinas y enzimas inducibles con capacidad para generar mediadores inflamatorios. De este modo, las células epiteliales emiten señales con capacidad de atraer y activar leucocitos, aumentar el flujo sanguíneo, incrementar la permeabilidad capilar, etc. Los enterocitos pueden actuar como células presentadoras de antígenos, sugiriendo que su rol no se limita a la defensa innata sino que también participan en el escalón inicial de las respuestas de tipo adquirido (expansión de clones linfocitarios específicos y generación de anticuerpos). El sistema inmune de las mucosas cuenta con tres compartimentos diferenciables anatómicamente: estructuras organizadas (placas de Peyer y folículos linfoides), lámina propia y epitelio superficial. Las estructuras organizadas son lugares de inducción, mientras que la lámina propia y el compartimiento epitelial contienen células maduras y efectoras. Las estructuras organizadas están cubiertas por epitelio especializado (células M, de morfología característica), que transporta micro-organismos o estructuras antigénicas desde la luz hasta el tejido linfoide subyacente. La inducción de respuestas inmunes de tipo adquirido es un fenómeno que tiene lugar principalmente en las estructuras foliculares de la mucosa intestinal.
El estrés afecta de forma directa al aparato digestivo influyendo en su total normalidad funcional. Esto se debe a las comunicaciones bidireccionales existentes entre el cerebro y el tracto gastrointestinal. Esta interacción se produce a través de vías neuroendocrinas como sistema nervioso autónomo y el eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal. A través de este mecanismo el estrés altera funciones gastrointestinales como la permeabilidad, la motilidad, la sensibilidad visceral, el flujo sanguíneo, las secreciones y, también, la microbiota. Además, la microbiota interacciona localmente con las células intestinales, el sistema nervioso entérico y el sistema nervioso central. Todas estas conexiones se conocen con el nombre de eje cerebro-intestino-microbiota.
Úlcera, acidez gástrica, reflujo, estreñimiento, gases, flatulencias, dispepsia, pirosis, dolor abdominal, etc, se producen por varios factores que pueden ser tratados fácilmente sin la utilización de fármacos tóxicos sintéticos que provocan un desequilibrio en el metabolismo y conllevan a un desajuste en los mecanismos de reparación del organismo.
La utilización de fármacos para tratar la acidez gástrica, reflujo, pirosis, etc, van dirigidos a tratar los síntomas, no al origen de esos problemas digestivos, y a largo plazo han demostrado infinidad de enfermedades debidos a su utilización masiva.
El uso de “omeprazol” provoca infinidad de problemas asociados a su consumo, con la consecuente agravación de otras patologías.
La mayoría de los problemas digestivos duran poco tiempo y se pueden controlar fácilmente con pequeñas modificaciones en el estilo de vida que conllevan a una mejora en pocas semanas de tratamiento.
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